Vamos a variar un poco el sentido de este espacio para describir una nación donde les encanta el fútbol soccer, aunque de forma peculiar, pues su forma de ser y organizarse es diametralmente opuesta a los modos que se usan en otros países aficionados al balompié.
Se trata de un sitio denominado el Reino Panbolero de las Maravillas. En este lugar hay una pirámide de clubes con cuatro categorías. Los peores descienden al nivel más bajo inmediato y los mejores suben de división. Pero para determinar quién es más malo o quién más bueno no se necesita ni ganar obligatoriamente todos los juegos o perderlos en su totalidad.
Aquí los clubes que tontamente echen la flojera y permitan tener un montón de temporadas perdedoras, sufren el descenso por un sistema cocientes. Esto implica que un equipo puede ser último todo un año, pero al final no pierde la categoría.
Y para ser campeón, un club hasta con registro de siete victorias, tres empates y siete derrotas, puede colarse a un gran baile con menos conjuntos de los que empezaron la temporada regular, y si se aplica y los vence, aspira a ser monarca de liga.
Los jugadores son cambiados de un club a otro fácilmente porque los dirigentes se comportan como niños con juguetes nuevos. Si alguno ya no agrada, lo desechan. Y si los futbolistas manifiestan una inconformidad, se exponen a acabar en la basura, olvidados y bloqueados.
Es tal la ‘omnipotencia’ que creen tener los amos del Reino Panbolero de las Maravillas, que demuestran el gran aguante de sus equipos al programar hasta dos juegos para un conjunto en un mismo día. La formula es única: separar la plantilla y el cuerpo técnico en dos y listo.
Han intentado con frecuencia hacer el ‘equipo ideal’, una selección de los mejores jugadores del reino y el cual es considerado el mejor equipo del mundo, claro, eso es lo que creen los amos del Reino Panbolero de las Maravillas.
De igual forma dan su lugar al arrepentimiento. Si un día despiden a un entrenador de su puesto por malos resultados, pero piensan que no era tan inepto, a los pocos días lo recontratan. O si hay un pleito por el gafete de capitán del equipo, se decide separar a los rijosos bajo el argumento que no tienen contrato, por lo tanto ya no pueden ser tomados en cuenta, sin importar si la temporada va a la mitad.
Así es este lugar. Si de casualidad le encuentra parentesco con la forma de manejarse el fútbol en un país latinoamericano en la vida real, es mera coincidencia.
Hasta la próxima.
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