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viernes, 25 de junio de 2010

La adicción a FarmVille y posibles formas de bajar sus efectos


Dejemos a un lado el tema deportivo para tocar un tópico recurrente desde hace un año. Sabemos que las redes sociales de Internet, la moda de estos días, se han vuelto un elemento trascendental en la comunicación e interacción de las personas en este siglo XXI, sin embargo, tienen sus ‘peros’, como la adicción a ciertos jueguitos.

El más famoso es FarmVille, un videojuego de tiempo real creado por la compañía Zynga, el cual fue lanzado en Facebook en junio de 2009. Desde entonces ha ganado usuarios con sorprendente facilidad. Hasta mayo de 2010, estaban contabilizados alrededor de 82.4 millones de seguidores… y los que se junten.

La gente de Zynga nunca pensó que dicho juego, consistente en hacerse granjero virtual, sembrar, cosechar, cuidar animales, ayudar a los vecinos, ganar dinero y experiencia hasta hacer más grande y completa su granja, tuviera tanto éxito. Tampoco se imaginó de las repercusiones no tan positivas que causaría.

FarmVille ha vuelto adictos a millones, algunos de forma extrema, como un político búlgaro cuya manía por hacer crecer su granjita, sin importarle su propio trabajo real, le costó ser despedido.

Se ha hablado mucho del lado oscuro de la famosa granja, incluso ha recibido infinidad de calificativos subversivos, tanto de los que no lo juegan como de sus mismos usuarios. Hasta han surgido centros para atender la adicción al Facebook y al FarmVille, pero no sabemos qué tan útiles resultan ser.

Algunos recomiendan ignorar las invitaciones para jugarlo o si ya se utiliza, tomar un poco de fuerza de voluntad y no entrar a él. También se piensa en una veda, empero, la idea de la prohibición ya muchas veces demostró que no es la mejor solución (en algunos casos hasta lo agrava, como ocurrió con la Ley Seca durante los años veinte del siglo pasado en Estados Unidos).

¿Entonces qué se puede hacer? En el caso específico de FarmVille, podría considerarse dar más granja, o sea, que los usuarios jueguen un mayor tiempo hasta el fastidio. Partiendo de la premisa que los excesos nunca han sido buenos, dedicarles más horas a agrandar el terruño virtual pudiera, en un momento dado, desalentar su uso.

Las empresas podrían aplicar dicho esquema si desean ir contra esa adicción. Abrir espacios para que los empleados jueguen a la granja todo el tiempo posible, y apostar al aburrimiento.

Pueden optar por dicho derrotero o crear un juego similar a FarmVille, pero en el que se combinen ficción y realidad (trabajador: si corrige tres informes verdaderos de sus compañeros de oficina, obtendrá regalos, ampliar su minidespacho virtual, subir al siguiente nivel, y recibir en la vida real un aumento en su salario). Eso es productividad lúdica.

Hasta la próxima.

domingo, 20 de junio de 2010

Monsiváis y el fútbol

El mundo de la literatura mexicana e hispanoamericana está de luto con el fallecimiento de Carlos Monsiváis (1938-2010), cuya obra fue más allá del ámbito de las letras, pues adquirió una condición casi de omnipresente al hablar de diversos temas, aun sin saber (por él mismo reconocido) de ellos, como fue el caso del fútbol.

“Yo nunca he visto un juego de fútbol y eso me hace pertenecer a una minoría inconcebible”, dijo alguna vez el buen ‘Monsi’. Sin embargo, su aceptación de ser un indocto del balompié, no lo excluyó de poder hacer análisis muy precisos del contexto que rodea a este deporte, en particular al mexicano.

Apareció en los medios justamente para platicar de este popular deporte, incluso en mesas de debate (ejemplo, cuando Hugo Sánchez fue cesado como técnico de la selección mexicana), no sin la advertencia previa de ser poco conocedor en la materia, y menos un aspirante a suplente de timonel nacional (de esos que se cuentan por millones cada vez que al Tricolor le va mal).

Sus comentarios siempre fueron enriquecedores, pues nunca los separó de las complejidades generales que tiene México como nación. A fin de cuentas, el fútbol es parte de la realidad surrealista del mexicano promedio.

Carlos Monsiváis se ha ido. Su obra, su sabiduría plasmada en textos, así como la infinidad de entrevistas que concedió, nos quedan de legado ahora que empieza su leyenda. Pese a no simpatizar con el balompié, en el fondo los hinchas lo echarán de menos, sobretodo sus sarcásticos comentarios sobre el juego más popular de México.

Que en paz descanse, ‘Monsi’.

Hasta la próxima.

martes, 15 de junio de 2010

La venganza del balón


En vista de las recientes polémicas surgidas en la Copa del Mundo de la FIFA Sudáfrica 2010, sobre su balón oficial, bautizado como ‘Jabulani’, y los sonados errores de algunos porteros, imaginemos que el esférico de esta competencia tuviera conciencia, pudiera hablar y opinara sobre la controversia en la que está metido.

“¿Muy ligero? ¿De trayectorias impredecibles? ¿Mucho zigzagueo? Pueden decir lo que quieran, pero de eso a tacharme de ser como una pelotita de las que se venden en supermercados, ya es ofensa.

“¡Ya estuvo suave! No voy a seguir tolerando sus calificativos viperinos. Me crearon hace un tiempo considerable en Alemania a fin de ser la mejor generación de los de mi condición. Estuve sujeto a infinidad de pruebas de todo tipo, hasta que finalmente fue concebido.

“Mis creadores exclamaron acerca de mí: ‘es perfecto’. Yo creí que era verdad y el punto de no recibir ningún tipo de crítica negativa me hizo sentir orgulloso… hasta que empezaron las quejas sobre mi comportamiento una vez puesto en juego.

“Ahora en este Mundial de fútbol algunos porteros han fallado y les anotaron goles absurdos. Lo más fácil que se los ocurrió a los jugadores para justificar los errores de los arqueros fue echarme la culpa.

“Y si realmente lo hice ¿qué tiene? Estoy harto de los comentarios negativos sobre mí. Hasta las ruidosas vuvuzelas no sufren tantos reclamos. ¿Quiénes creen que son esa caterva de tarados que me persiguen sólo para patearme y meterme en una portería? ¿Qué autoridad tienen para decir que el fútbol debe ser así o de otra forma?

“Nada más les recuerdo una cosa. Este jueguito no sería nada sin su actor principal: yo. Y no importa si un jugador superestrella se llama Lionel Messi, Cristiano Ronaldo, Wayne Rooney, Gianluigi Buffon, etcétera. Si no me tienen en sus pies no podrán hacer sus demostraciones espectaculares.

“En otras palabras, sin mí esos jugadores no son nadie”.

Hasta la próxima