Dejemos a un lado el tema deportivo para tocar un tópico recurrente desde hace un año. Sabemos que las redes sociales de Internet, la moda de estos días, se han vuelto un elemento trascendental en la comunicación e interacción de las personas en este siglo XXI, sin embargo, tienen sus ‘peros’, como la adicción a ciertos jueguitos.
El más famoso es FarmVille, un videojuego de tiempo real creado por la compañía Zynga, el cual fue lanzado en Facebook en junio de 2009. Desde entonces ha ganado usuarios con sorprendente facilidad. Hasta mayo de 2010, estaban contabilizados alrededor de 82.4 millones de seguidores… y los que se junten.
La gente de Zynga nunca pensó que dicho juego, consistente en hacerse granjero virtual, sembrar, cosechar, cuidar animales, ayudar a los vecinos, ganar dinero y experiencia hasta hacer más grande y completa su granja, tuviera tanto éxito. Tampoco se imaginó de las repercusiones no tan positivas que causaría.
FarmVille ha vuelto adictos a millones, algunos de forma extrema, como un político búlgaro cuya manía por hacer crecer su granjita, sin importarle su propio trabajo real, le costó ser despedido.
Se ha hablado mucho del lado oscuro de la famosa granja, incluso ha recibido infinidad de calificativos subversivos, tanto de los que no lo juegan como de sus mismos usuarios. Hasta han surgido centros para atender la adicción al Facebook y al FarmVille, pero no sabemos qué tan útiles resultan ser.
Algunos recomiendan ignorar las invitaciones para jugarlo o si ya se utiliza, tomar un poco de fuerza de voluntad y no entrar a él. También se piensa en una veda, empero, la idea de la prohibición ya muchas veces demostró que no es la mejor solución (en algunos casos hasta lo agrava, como ocurrió con la Ley Seca durante los años veinte del siglo pasado en Estados Unidos).
¿Entonces qué se puede hacer? En el caso específico de FarmVille, podría considerarse dar más granja, o sea, que los usuarios jueguen un mayor tiempo hasta el fastidio. Partiendo de la premisa que los excesos nunca han sido buenos, dedicarles más horas a agrandar el terruño virtual pudiera, en un momento dado, desalentar su uso.
Las empresas podrían aplicar dicho esquema si desean ir contra esa adicción. Abrir espacios para que los empleados jueguen a la granja todo el tiempo posible, y apostar al aburrimiento.
Pueden optar por dicho derrotero o crear un juego similar a FarmVille, pero en el que se combinen ficción y realidad (trabajador: si corrige tres informes verdaderos de sus compañeros de oficina, obtendrá regalos, ampliar su minidespacho virtual, subir al siguiente nivel, y recibir en la vida real un aumento en su salario). Eso es productividad lúdica.
Hasta la próxima.