Aparte de las necesidades básicas, los humanos, en algún momento de su vida, se han quejado. Las causas para dichas expresiones son diversas, muchas con fundamento, y otras por temas inverosímiles e irrisorios.
No conocemos persona racional alguna que nunca haya manifestado su inconformidad por algún asunto en específico. Surge de forma espontánea, cuando menos es esperado.
De acuerdo al diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, ‘queja’ tiene cinco acepciones diferentes para ser definido:
1.- Expresión de dolor, pena o sentimiento
2.- Resentimiento, desazón
3.- Acción de quejarse
4.- (Derecho.) Acusación ante juez o tribunal competente, ejecutando en forma solemne y como parte en el proceso la acción penal contra los responsables de un delito
5.- (Derecho.) Reclamación que los herederos forzosos hacen ante el juez pidiendo la invalidación de un testamento por inoficioso
Su validación en un plano jurídico, ha hecho que la práctica del quejismo sea el ‘pan nuestro de cada día’ en países donde las leyes sí se aplican sin escatimar. Es el caso de Estados Unidos donde, incluso, se presentó el caso de un legislador que demandó a Dios por causar desastres en la Tierra y hacer sufrir a la gente.
Quejarse tiene un efecto de catarsis. Se liberan tensiones y la persona siente tener un peso menos encima. No obstante, también cuenta con su lado negativo. Lamentarse demasiado puede conllevar a una pérdida de la razón, incluso ser destructivo.
Darle poder a un ser quejumbroso e irracional tiene un significado: conflictos. Cuando a una persona le molesta algo o alguien, busca que deje de fastidiarlo y toma medidas, muchas de las cuales llevan a la idea de la supresión, sin importar los medios y modos para ejecutarlo.
Hasta para gimotear o protestar se debe usar la razón. Saludable es formular una queja pensada para solucionar un problema incómodo si la situación lo amerita. Para casos más sencillos (o hasta anodinos), mejor soltar un reproche anecdótico y no realizar acciones concretas, a menos que el asunto empiece a volverse molesto en demasía.
(Quizá haya quien pregunte ‘¿qué tiene que ver el quejismo con el deporte?’ Respuesta: Mucho. Hay deportistas, en particular los futbolistas de soccer, que reclaman en exceso hasta por temas banales. Curiosamente los más grandes atletas de la historia no se caracterizaron por proferir lamentos a los cuatro vientos de forma constante. Positivo es seguir ese ejemplo.)
Puedes quejarte, pero no abuses.
Hasta la próxima.
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