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jueves, 14 de julio de 2011

El ‘cáncer’ de la violencia (y cómo prevenirla)



Hacemos una pausa a los temas deportivos para enfocarnos en un comportamiento milenario de los humanos, pero que en los últimos tiempos se ha salido de control como es la violencia.

De acuerdo con la Real Academia Española (RAE), hay cuatro acepciones para definir esta acción:

Cualidad de violento.

Acción y efecto de violentar o violentarse.

Acción violenta o contra el natural modo de proceder.

Acción de violar a una mujer.

En cuanto al origen etimológico, ‘violencia’ viene del latín violentia o cualidad de violentus, en el que vis significa ‘fuerza’, y lentus que tiene un valor continuo como sufijo. O sea, violencia significa ‘el que usa la fuerza de forma seguida’.

Pero el uso constante de la violencia trae consigo consecuencias devastadoras y funestas. Hay dos formas de esta mácula actividad, la física y la psicológica. La primera recurre a las agresiones al cuerpo, en mayor o menor grado. La segunda apela a la discriminación y otros comentarios por demás degradantes que laceran la autoestima de las víctimas.

¿Qué desata la violencia y que se ‘gana’ al ponerla en práctica? De acuerdo con el filósofo Thomas Hobbes, ‘el hombre es naturalmente violento y competitivo’. Sin embargo, en el presente los psicólogos y sociólogos han definido otras causas de esta actividad.

El violento se comporta como tal ya sea por protección, diversión, estima o autorrealización. El sometimiento a uno o varios terceros da aires de grandeza que quizá en el pasado no se tuvo. El problema viene cuando se hace costumbre y se vuelve imprescindible provocar el pánico/respeto de los demás hacia el agresor.

Otros factores provocan el surgimiento del violento. El consumo de alcohol y drogas, así como una escasa educación, pone cimientos al surgimiento de un ser poco razonable, propenso a la intolerancia y prepotencia.

Sin embargo, el ser humano ha demostrado ser destructivo para su entorno y a sí mismo. También ejerce la violencia contra la naturaleza, ya sea al cazar indiscriminadamente a otras especies animales, talar bosques enteros y contaminar el ambiente.

Incluso se puede considerar un tipo de violencia contra el propio cuerpo humano (autoinfligida), ya sea un masoquismo explícito, consumo de sustancias tóxicas (alcohol y drogas –incluye anabólicos-), fumar, tatuarse o ponerse piercing; lo anterior porque la naturaleza fue quien creó la fisionomía del homo sapiens y el dañarla equivale al deterioro que se hace a la Tierra con la contaminación ambiental.

Regresando a la actual coyuntura, la violencia se ha intensificado, sobretodo en países en vías del desarrollo como México, sin olvidar a las naciones hundidas en el tercer mundo, tal es el caso de muchas africanas y algunas asiáticas.

Prevenir la violencia requiere una intensa campaña de educación que debe empezar en el seno familiar y complementarse con el aprendizaje escolar. Es inculcar a los niños la importancia del respeto a los demás, ya no digamos a otros humanos, también al resto de los seres vivos de este planeta, con la naturaleza, y el más trascendental, hacia ellos mismos.

Recién en México un grupo de caricaturistas (o ‘moneros’ como coloquialmente se les conoce en dicho país) inició una campaña para llamar a detener la violencia descontrolada y que asola a los mexicanos. El lema ‘No más Sangre’ ya traspasó fronteras por su invitación a reflexionar sobre los perjuicios que sufre la sociedad ante la acción de los violentos.

Lejos de pensar que ‘la violencia se combate con violencia’, hay que apostar a la efectiva y sana educación. A fin de cuentas (y como diría John Lennon), ‘hay que darle una oportunidad a la paz’.

Hasta la próxima.

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