En la vida como en el deporte, los seres humanos siempre estamos propensos al acierto y al error. Si se hace una actividad bien, se obtienen resultados agradables. Pero si hay deficiencias, vienen los reproches por la labor mal hecha.
Simple manifestación de la filosofía oriental del Yin-Yang, la dualidad que mantiene al universo en equilibrio contraponiendo elementos antagónicos en distintos ámbitos. No implica una gran ciencia entender este concepto milenario.
Pero el actual ritmo de vida de la sociedad capitalista dominante en el mundo, le ha puesto un particular énfasis al ‘hacer bien’ el trabajo, incluso con la categoría ‘debe quedar PERFECTO’. Esto porque si se presenta un producto o servicio sin fallas, implica una satisfacción con su consecuente y jugosa remuneración.
En el escenario opuesto, si algo sale mal empiezan los señalamientos hacia el que cometió el yerro, se le vilipendia impunemente y hasta lo despiden. Muchos no se equivocan a propósito, aunque a veces son etiquetados casi como ‘criminales’ sólo por cometer un error, pues existe la leyenda de que, ‘regar el tepache es una falta de respeto a los clientes’.
Hace pocos días, Alina Poulain, una artista gráfica, escribió en su página web oficial sobre el ‘Año del FLOP’, cuya premisa central es la de darse el lujo de fallar. La invitación no es de hacer desastres para molestar a terceros, sino gozar con los intentos en alcanzar un objetivo.
El concepto de Alina contrasta con la exigencia cotidiana en cualquier oficio. Perfección vs. lo falible. Y a final de cuentas la especie humana tiene muchos defectos en su modus operandi. Resulta paradójico que sin ser perfectos por naturaleza, los homo sapiens se obsesionen con serlo.
Justamente esa obstinación de tener un estatus pulcro causa que llegar a una meta tenga secuelas negativas, porque se deja de pensar; de repente llega el punto en que nada más importa en el mundo que la empresa para la cual se esmera con ahínco. Y no se permiten errores, pues están ‘elevados’ a la categoría de ‘pecados capitales’.
Enfocándolo en el mundo del deporte ocurre lo mismo. En diciembre pasado, en el programa Juego Limpio de la estación deportiva radiofónica Estadio W, se discutía el porqué los delanteros del fútbol mexicano no son eficientes y el ex jugador Francisco Javier ‘El Abuelo’ Cruz, en entrevista mencionó que hay demasiada presión para los atacantes y ni les dan la oportunidad de equivocarse para redimirse más tarde.
Todo podría resumirse a la analogía del niño que quiere correr sin siquiera aprender a caminar.
No hay nada como ir despacio por tener prisa. Un poco de calma, sin satanizar los yerros, intentar arribar a la meta sin importa cuantas veces se fracase previamente. Como dice Alina Poulain en su texto: “fallar para ganar”.
Incluso el legendario head coach de fútbol americano, Vince Lombardi, famoso por haber dicho, “ganar no lo es todo es lo único”, también tuvo su punto de vista vinculado a los errores como parte del camino a la gloria:
“No se trata de las veces que te tiran al suelo, sino de las veces que te levantas.”
Hasta la próxima.
Simple manifestación de la filosofía oriental del Yin-Yang, la dualidad que mantiene al universo en equilibrio contraponiendo elementos antagónicos en distintos ámbitos. No implica una gran ciencia entender este concepto milenario.
Pero el actual ritmo de vida de la sociedad capitalista dominante en el mundo, le ha puesto un particular énfasis al ‘hacer bien’ el trabajo, incluso con la categoría ‘debe quedar PERFECTO’. Esto porque si se presenta un producto o servicio sin fallas, implica una satisfacción con su consecuente y jugosa remuneración.
En el escenario opuesto, si algo sale mal empiezan los señalamientos hacia el que cometió el yerro, se le vilipendia impunemente y hasta lo despiden. Muchos no se equivocan a propósito, aunque a veces son etiquetados casi como ‘criminales’ sólo por cometer un error, pues existe la leyenda de que, ‘regar el tepache es una falta de respeto a los clientes’.
Hace pocos días, Alina Poulain, una artista gráfica, escribió en su página web oficial sobre el ‘Año del FLOP’, cuya premisa central es la de darse el lujo de fallar. La invitación no es de hacer desastres para molestar a terceros, sino gozar con los intentos en alcanzar un objetivo.
El concepto de Alina contrasta con la exigencia cotidiana en cualquier oficio. Perfección vs. lo falible. Y a final de cuentas la especie humana tiene muchos defectos en su modus operandi. Resulta paradójico que sin ser perfectos por naturaleza, los homo sapiens se obsesionen con serlo.
Justamente esa obstinación de tener un estatus pulcro causa que llegar a una meta tenga secuelas negativas, porque se deja de pensar; de repente llega el punto en que nada más importa en el mundo que la empresa para la cual se esmera con ahínco. Y no se permiten errores, pues están ‘elevados’ a la categoría de ‘pecados capitales’.
Enfocándolo en el mundo del deporte ocurre lo mismo. En diciembre pasado, en el programa Juego Limpio de la estación deportiva radiofónica Estadio W, se discutía el porqué los delanteros del fútbol mexicano no son eficientes y el ex jugador Francisco Javier ‘El Abuelo’ Cruz, en entrevista mencionó que hay demasiada presión para los atacantes y ni les dan la oportunidad de equivocarse para redimirse más tarde.
Todo podría resumirse a la analogía del niño que quiere correr sin siquiera aprender a caminar.
No hay nada como ir despacio por tener prisa. Un poco de calma, sin satanizar los yerros, intentar arribar a la meta sin importa cuantas veces se fracase previamente. Como dice Alina Poulain en su texto: “fallar para ganar”.
Incluso el legendario head coach de fútbol americano, Vince Lombardi, famoso por haber dicho, “ganar no lo es todo es lo único”, también tuvo su punto de vista vinculado a los errores como parte del camino a la gloria:
“No se trata de las veces que te tiran al suelo, sino de las veces que te levantas.”
Hasta la próxima.
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